Gabriela Dodero, artista plástica nacida en Austria en 1967, conforma la incipiente y silenciosa vanguardia del arte contemporáneo nacional. Hija de un pintor que se radicó en la Argentina durante la década del 70, comenzó su atípica formación en el colegio industrial, donde obtuvo el título de maestro mayor de obras. Luego se recibió en la Escuela Nacional de Bellas Artes, y continuó desarrollando sus conceptos en los talleres del pintor Felipe Noé.
Su obra, actualmente expuesta en la galería Giesso-Reich*, parte de una figura que remite a lo celular, a la matriz de la vida, a la génesis orgánica. Se trata de una constante, una forma cuyo contenido está expuesto y los materiales que la componen se relacionan con su sensibilidad personal, con la búsqueda de objetos comunes cuya particularidad está dada por el valor emotivo, a la manera de huellas íntimas. Tal es el criterio por el cual el mate y el té constituyen fondos generosos, mixturados con la materia, en representación de lo afectivo, símbolo de las relaciones humanas, de la cotidianeidad, del fluir como parte de un todo, en conjunto, en red.

Este universo constituido por elementos femeninos, desde la concepción de una imagen alusiva a la genitalidad, al gineceo, expone situaciones internas, confronta lo acorazado con lo jugoso, la exterioridad con la interioridad, los restos orgánicos con los industriales. A la manera de un oxímoron, define sus conceptos a través de contrastes superpuestos. Son seres ambiguos que se sitúan en un contexto enfatizado de permanente interrelación, de ser en reciprocidad con los otros, de pertenencia a un tiempo y a una circunstancia comunitaria, en un tejido social-celular.
Existe un primer momento de esta serie donde la carga dramática está acentuada en los matices, en la opacidad de los fondos, en la necesidad de los entes de soltarse y sostenerse. Entonces emigran, confluyen, se elevan y penden de aquellos lazos primarios, ya devenidos en acero.
Luego, en la etapa actual: los brillos, la plata y el oro, los tules fosforescentes de alfileres, la refracción del envoltorio transparente, el contenido derramado, liberado, en tenue catarsis.

Gabriela Dodero enuncia su condición, revela la esencialidad subyacente en las cosas comunes, pero a su vez poco comunes como elementos artísticos. En las telas cohabitan resinas, alfileres, caracoles, pilas, hongos, monedas, cáscaras, botones y espinas, en permanente antagonismo. Evoca sentimientos dispares, subyuga y rechaza, compone una realidad cambiante y atractiva, plena de fortaleza y de sensibilidad.

La infinita red intrínseca.
Constanza Sanz Palacios